jueves, 9 de septiembre de 2010

La esposa del rey de las curvas






Mi relato lo que pretende es dejar bien establecido que, allá por 1944, o sea contando yo, a la sazón, con unos tiernos y frágiles cinco añitos, me sentí pésimo cuando alguien me dijo que yo era nada menos que un cuentacuentos, por no decirme que yo era nada menos que un mentiroso de mierda, (…) Y así hasta la deliciosa tarde aquella en que fui a hablar con sister Mary Agnes, la monjita USA que yo más amaba de todas en el colegio de mi infancia, la del piano al atardecer, ahí solititos los dos con Chopin y aquel olor a mundo felíz. (…) Yo le conté uno de mis cuentos, uno solo, lo recuerdo como si fuera ayer (…) Y, con tan solo pronunciar la palabra mágica storyteller, me liberó para siempre de ser un niño tembloroso y culpable, un atroz y a la vez aterrado cuentacuentos.




Foto:
Robert Doisneau



Texto:
Alfredo Bryce Echenique




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