sábado, 29 de agosto de 2009

En el infierno






A continuación, me dí cuenta de que nos dirigíamos hacia el concejo de Gaomi del Noroeste, donde conocía cada montaña y arroyo, cada árbol y brizna de hierba. Me resultaron nuevos los postes de madera que estaban clavados en el suelo, sobre los que se habían escrito varios nombres; algunos me resultaban familiares y otros no. Algunos de ellos incluso estaban enterrados en el fértil suelo de mi finca. Hasta un tiempo después no me enteré de que, mientras me encontraba en los salones del Infierno proclamando mi inocencia, el mundo de los mortales estaba atravesando un periodo de reformas y de que las grandes propiedades se habían fraccionado y repartido entre los campesinos que no tenían tierras y, naturalmente, la mía no fue una excepción. Dividir la tierra en parcelas tiene sus precedentes históricos, pensé. Entonces, ¿qué necesidad había de dispararme antes de fraccionar la mía?.





Foto:
Carmen Márquez


Texto:
Mo Yan
La vida y la muerte
me están desgastando




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