De las dos entradas del café, siempre prefería la más estrecha, la que llamaban la puerta de la sombra. Escogía la misma mesa, al fondo del local, que era pequeño. Al principio, no hablaba con nadie; luego ya conocía a los parroquianos de Le Condé, la mayoría de los cuales tenía nuestra edad, entre los diecinueve y los veinticinco años, diría yo. En ocasiones se sentaba en las mesas de ellos, pero, la más de las veces, seguía siendo adicta a su sitio, al fondo del todo.
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Edouard Boubat
Edouard Boubat
Patrick Modiano
En el café de la juventud perdida
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