Hace quince años que vivo en un apartamento de cuarenta y dos metros cuadrados, en el suburbio industrial. No es una maravilla, pero uno se acostumbra a todo. Tres habitaciones, un comedor y la cocina. Mi habitación es la única que da a la calle. Las otras dos, e incluso el comedor y la cocina, son interiores, es decir, se abren a un patio en el que jamás entra el sol.Hace una semana la vecina del piso de arriba olvidó cerrar el grifo de la cocina, se le inundó la casa y la humedad dejó una mancha circular en el techo de mi cuarto, justo encima de la cama, así que cuando me despierto y abro los ojos la encuentro sobre mi cabeza, como si estuviese a punto de caerse. Calculo que tendrá alrededor de veinte centímetros de radio y algunas mañanas me paso un buen rato contemplándola. En cierto modo es una mancha hermosa, aunque no sea del todo redonda. Hay incluso algunos momentos en los que pienso que está viva.
Foto:
Yuichi Hibi
Texto:
Javier Tomeo
Los nuevos inquisidores
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