
Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo”.
Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.
Son libros que ejercen una influencia particular.
Toda relectura de un clásico es un descubrimiento como la primera.
Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.
Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.
Son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado.
Es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos.
Libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.
Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.
Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.
Es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquel, reconoce en seguida su lugar en la genealogía.
Es clásico lo que tiende a relegar a la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido.
Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.
La única razón que se puede aducir es que leer los clásicos es mejor que no leer los clásicos.
Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos.
Son libros que ejercen una influencia particular.
Toda relectura de un clásico es un descubrimiento como la primera.
Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.
Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.
Son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado.
Es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos.
Libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad.
Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.
Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.
Es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquel, reconoce en seguida su lugar en la genealogía.
Es clásico lo que tiende a relegar a la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido.
Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.
La única razón que se puede aducir es que leer los clásicos es mejor que no leer los clásicos.

Foto 1:
Andre Kertesz
Foto 2:
Tomoko Yoneda
Texto:
Italo Calvino
Tomoko Yoneda
Texto:
Italo Calvino
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