martes, 6 de marzo de 2012

Au bord du monde



















La velocidad del cine es de 24 fotogramas por segundo. Dios sabe cuántos fotogramas se nos escapan de nuestra percepción cotidiana. Pero parece como si por el lapso de un breve instante, de improviso y desconcertándonos, vemos lo que hay entre dos fotogramas. Descubrimos una parte de lo visible que no estaba destinada a nosotros. (…) Tal vez estaba destinada no sólo a los animales, también a los lagos, los árboles que crecen despacio, los minerales… Nuestro orden cotidiano no es el único: coexiste con otros órdenes. (…) Los perros, con sus patas veloces, olfato agudo y memoria desarrollada para los sonidos, son los expertos naturales de estos intersticios en la frontera. Sus ojos, cuyo mensaje a menudo nos confunde porque es urgente y mudo, están sintonizados tanto con el orden humano como con el resto de órdenes. Tal vez por eso, en muchas ocasiones y por razones distintas, entrenamos a los perros para que nos guíen.
























Solos, mi perro y yo, en esa habitación… Fuera ruge feroz una
terrible
tormenta.
Mi perro reposa frente a mí, mirándome fijamente a los ojos.
Yo también le miro a los ojos.
Parece como si quisiera decirme algo. No habla,
no tiene el don de la palabra,
es incapaz
de comprenderse a sí mismo, pero yo sí
le comprendo.
Comprendo que, en este instante, en él y en mí anida un mismo
sentimiento, que no hay diferencia entre ambos.
Somos idénticos,

y en el interior de cada uno de nosotros arde
y se consume la misma trémula
llama de la vida.
Hasta que un día se nos eche encima la muerte,
agitando sus frías
e inmensas alas…
Será el fin.
¿Quién entonces podrá determinar cuál de las dos llamas fue
la que ardió
en cada uno de nosotros?
No, no son un hombre y un animal cruzándose una mirada…
Son dos pares de ojos idénticos, fijos los unos en los otros.
Y cada par de ojos, el del hombre y el del animal,
es el reflejo de una vida
que se aferra,
temerosa, a la otra.



























Fotos:
Pentti Sammallahti



Texto:
John Berger

Poema:
Turguéniev
El perro






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