Comencé a fotografiar
a las mujeres encarceladas en 1989. Durante diez años me centré en delitos
comunes en prisiones, centros de detención y penitenciarías, en países de
Europa, Europa del Este y en Estados Unidos incluido el corredor de la muerte. La
curiosidad fue el principal motivo. La sorpresa, el choque y el estupor tomaron
protagonismo. La rabia me invadió.
Desde el principio, la
inmensa falta de afecto de las prisioneras me impresionó. Habían sido
arrestadas no solo por ignorancia, pobreza o familias desestructuradas, que era
el motivo común en las detenidas, sino también por años de abusos físicos y
sexuales ejercidos en ellas por los hombres. Casi siempre estas mujeres
cargaban con una pena por actos que había cometido un hombre o por delitos que
ellas nunca cometieron solas. La política que se llevaba a cabo en estas prisiones
consistía más en humillar que en rehabilitar.
Un gran porcentaje de
mujeres detenidas lo son por delitos no violentos. ¿Es necesario meterlas en
prisión?. Una vez encarceladas tienen menos suerte para salir que los hombres, los
programas de formación y las posibilidades de trabajo son muy limitadas. Por
cada mujer que acepta participar en un trabajo hay cientos que lo rechazan,
piensan en las represalias de la gente del exterior o de los guardianes si
dicen la verdad. La vergüenza impide que muchas mujeres hablen, en otras es el
miedo, para la gran mayoría todo lo vivido entre rejas se reduce al silencio.
Fotos y texto:
Jane Evelyn Atwood
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