Lo
invitamos a todas nuestras bodas; era famoso. Los tarjetones los enviábamos al
rascacielos de su compañía discográfica en Nueva York para que le remitieran
esos chabacanos sobres dorados mientras él estaba de gira: Beirut, Helsinki o
Tokio. Lugares fuera de nuestro modesto alcance, sitios que no alcanzábamos a
imaginar siquiera. Él nos enviaba regalos en maltrechas cajas de cartón
festoneadas de sellos extranjeros. (...)
Llegaban
a pasar meses antes de que volviéramos a verlo, y entonces aparecía, barbudo y
demacrado, con una mirada cansada en la que relucía un alivio feliz. Lee se
alegraba de vernos, eso lo notábamos, se alegraba de volver a estar entre
nosotros. Siempre le dábamos tiempo para recuperarse antes de volver a hacer
vida juntos, sabíamos que necesitaba tiempo para quedarse bien limpio y
recobrar el equilibrio.
Foto 1:
Tuca Vieira
Foto 2:
Sally Gall
Texto:
Nickolas
Butler.
Canciones de amor
a quemarropa
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