martes, 16 de junio de 2015

Azules, ocres y el paso del tiempo
















Podría decirse que en la fotografía la realidad viaja a un espacio imaginado. Es el espacio para el que una mirada poética crea. Podría decirse –usando a Eliot- que el de la fotografía es un placer mirón de imágenes que a primera vista no se nos dirigen. Toda imagen suspende un momento que, al contemplarlo, dispara un antes y un después que emulsionamos en nuestra memoria. La imagen afirma la presencia de una ausencia: fotografiar para no morir –dirían Blanchot o Foucault- o lo mortal suspendido en el tiempo de la imagen que es su espacio peculiar. Podría decirse que el grado de ausencia o presencia de luz induce a una mirada memorable de lo que ocurre, donde el blanco y negro remite más a un pasado latente, el color a un presente fugaz.



















Fotos y texto:
José María Díaz-Maroto



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