Andaba aún a tientas,
volvía aún del sueño,
toda traza perdida,
toda huella,
como quien descendiera
de un desmedido
empeño.
Recuerdo el implacable
cerco nocturno,
mano profunda en mí
empuñando mi mente,
y como en el verano
el baile de los
poseídos,
cada día era más
y más frenético.
Detrás de la colina
el camino desciende
lento hacia la ciudad,
y el aire, cálido y
voraz, penetra
con violencia en el
pecho.
Es de nuevo la
vida.
Fotos:
Xavier Zimmermann
Poema:
Alfonso Costafreda
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