Invierno de 1930-31
Todos los niños lloran, excepto uno; y ese niño es mi
padre. Martín Abrisqueta nació una madrugada de noviembre de mil novecientos
veintitantos en un queso. Al menos eso fue lo que pensó cuando abrió los ojos y
vio que buena parte del mundo que lo rodeaba estaba comido por agujeros, como
los quesos de bola. La culpa la tenían los mayores, que se pasaban todo el día
cavando aquí y allá y lo dejaban todo patas arriba. (...) Algunos niños del
pueblo aseguraban que los mayores convertían las piedras en una cosa muy dura
que se llama hierro y que vendían a los ingleses por un montón de dinero. (...)
El queso se llamaba Arrigorriaga, y era un pueblo muy bonito que estaba
envuelto en montañas mágicas llenas de secretos. Pero lo mejor era cuando
llovía, pues las corrientes de óxido colorado que bajaban desde el tajo se
mezclaban con el blanco de las casitas y el verde de los bosques, y entonces el
mundo parecía pintado con acuarelas.
Foto 1:
Pablo Antolí
Foto 2:
Qiu
Foto 3:
Julien Nicolas
Foto 4:
Leo Cavallini
Texto:
Martin Abrisketa
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