lunes, 21 de diciembre de 2015

El azul del mar













Desde el tren se miraba el azul infinito del mar. Yo seguía agotado, desvelado por el vuelo nocturno y transatlántico hasta Roma, pero sólo contemplar el mar, ese mar Mediterráneo tan infinito y azul, me hacía olvidarlo todo, aun olvidarme de mí mismo. No sé por qué. No me gusta ir al mar, ni nadar entre las olas, ni caminar en la playa, ni mucho menos salir en barco. Me gusta el mar como imagen. Como idea. Como pensamiento. Como parábola de algo misterioso y a la vez evidente.
















Fotos:
Christophe Audebert


Texto:
Eduardo Halfon




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