Le gustaba fotografiarse a sí misma. Caracterizada como una mujer primorosa
y femenina que cae de bruces en la escalera tras tropezar con sus tacones, o
como alguien que llora tras haber sido condenada por un delito. Pero ella no
era así. Ni su estilo andrógino ni su forma de vida podían identificarse con
los roles convencionales a los que estaba sometida la mujer, en aquella
Alemania que paso a paso se encaminaba a la barbarie de la Segunda Guerra
Mundial. Parapetada en su estudio, su obra pasó inadvertida, pero solo así
evitó que su arte fuese conocido cuando Hitler llegó al poder.
Elisabeth Hase (Doehlen,1906- Fráncfort, 1991) encontró en solitario una
forma de expresión personal que latía con fuerza en la vanguardia de
entreguerras. Hoy, sale de la oscuridad para ocupar el lugar que le pertenece. Apenas
existen escritos sobre ella. Se trata de un descubrimiento relativamente nuevo.
Durante su vida no gozó de un reconocimiento real, a pesar de su increíble talento.
Ha sido recientemente cuando se ha valorado el talante vanguardista de su
quehacer artístico y la relevancia que tiene dentro de la historia de la
fotografía.
Fotos:
Elisabeth Hase
Texto:
Gloria Crespo Maclennan
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