En Japón es fácil encontrar en
cualquier lugar una máquina expendedora, en una esquina o cerca de una
carretera. Suponen un alto y constante consumo de energía eléctrica, forman
parte del mobiliario urbano y hay más de 5 millones y medio. Aproximadamente
una cada 23 personas, venden de todo, desde refrescos, juguetes y alimentos hasta productos de
tecnología. Son un aspecto cotidiano de la cultura japonesa. Las compras realizadas
en el 2015 fueron cerca de 37 mil millones de euros. Mi proyecto surge de este
tema, en 2013 en Tokio. Fascinado por la belleza absurda, surrealista y triste
de las máquinas por la noche me pregunto si necesitamos realmente todas las
máquinas que creamos y si queremos vivir en un mundo que se está volviendo más
y más cómodo.
Texto y fotos:
Benedikt Partenheimer
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