viernes, 18 de septiembre de 2009

Adiós, dijo el duende





Adiós, dijo el duende, y recuérdalo todo:
el olor de la jara y su tacto pegajoso
en los antebrazos, la frescura
de la piedra en el verano donde apoyar
la frente ardiente, y el recuerdo tenaz
del sueño más alto que ahora cuelga de tí,
hecho jirones, igual que un velo
prendido en los espinos.
Vendrán las horas
de nuevo, como siempre desde entonces,
y aprenderemos tal vez la paciencia
necesaria, el valor preciso
para renacer cada mañana como si nunca
hubiéramos sufrido. Los días, lengua de sal.
La noche, cetro del miedo.
Y no el arrebato
sino la pasión, lucidez del vértigo amenazado.





Foto:
Gonzalo Juanes


Poema:
Juan Manuel Muñoz Aguirre




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