
Desde muy niña empecé a leer. Recuerdo que en segundo año de primaria me dieron un premio: era de las adelantadas en la clase de lectura. El premio consistió en una muñequita de celuloide. En esa época no había plásticos, o no estaban tan difundidos, circulaban la baquelita y también el celuloide. Mi muñequita tenía en la panza unos agujeritos cubiertos con una cinta adhesiva, de dónde surgían los sonidos: ¡la muñequita hablaba! Fascinada, la cargué todo el día, comí con ella, jugué con ella, leí con ella, hablé con ella y, en la noche, me metí a la bañera también con ella. El agua entró por los agujeritos de la panza (…) A pesar de que la cinta adhesiva servía para protegerlos, el mecanismo se dañó y la muñeca dejó de hablar. Un verdadero castigo divino que no me impidió seguir leyendo, pero sí ganar nuevos premios.


Foto 1:
Susan Bursntine
Susan Bursntine
Foto 2:
files.wordpress.com
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Foto 3:
Benjamin Chinn
Benjamin Chinn
Texto:
Margo Glantz
Juegos Prohibidos
Margo Glantz
Juegos Prohibidos
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