


¿No es necesaria esa luz inasible que alumbra los tesoros, pero pasa y solo deja la certeza de la existencia de tesoros y la posibilidad de creer que existen?
Moriríamos si dejáramos de respirar unos pocos minutos, si dejáramos de dormir diez días, si dejáramos de comer y beber una semana.
Y moriríamos por dentro, también, si dejáramos de amar o de ser sacados de nosotros por algo externo que estimule nuestra pulsión de vivir. No podemos evitarlo. Triste o feliz el cuerpo nos recuerda que está vivo y que desea seguir vivo.
Cultos, ignorados, tardíos, consecuentes, locos, entregados, magnánimos, amargos, amorosos, aguerridos, bellos, despiadados: ¿qué no daremos por soñar, cuando tengamos sueños? y finalmente, ¿qué no daremos por un beso, cuando ni la locura ni el bien sepan abrazar nuestro corazón desnudo y solo, enfrentado solo, a la fulgurante ausencia de lo que hubo y se fue?




Fotos y texto:
Magela Ferrero
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