miércoles, 3 de febrero de 2021

El paisaje

 



















Sin ocio en sus extremos, el paisaje

enlaza -permanente el equilibrio

vegetal de su centro- a la estación

y al día. El que lo cruza, al admirarlo

-externo a él-, se precipita y sale;

anuda su valencia irresistible

al lugar de la vista y, suspendido,

vuelve y se queda estable -no aparente:

tangible allí, sin límites, perpetuo.

Luego, recuperado -interno-, acepta

-no hay distancia en su carne- lo ocurrido.

Sin ocio en sus extremos, el paisaje

-externo en lo admirado-, precipita,

dentro del que lo vio, lo que admiraba.

Incontenible -en conjunción- el celo,

abierto en doble red, cautiva al campo.
























Fotos:

Hélène Vallas





Poema:

Emilio Prados







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