Los tres escenarios propuestos tienen en algo en común: que deben su eficacia social a la desaparición de la centralidad del mundo del trabajo y el pesado equipaje de transformación utópica. La gente, por decirlo de otra manera, se ha difuminado, y con ello, la simple posibilidad de pensar otro mundo.
Ahora sólo hay un mundo y es éste, un mundo que no es para nadie, pues solo está dispuesto para las transacciones y el intercambio; un mundo, en definitiva, que crea su propia dinámica de desarrollo y donde la experiencia humana es subsidiaria.
Fotos y texto:
Angel Marcos
Angel Marcos
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